viernes, 30 de noviembre de 2018

CAP. 7.- LOS DESESPERADOS RECURSOS DE UN HOMBRE HAMBRIENTO


Luis había escuchado de sus instructores que no debían matar a las gaviotas que son las nobles señales de la salvación, pero el hambre superaba sus principios y cuando la gaviota  se acercó más, de un tirón la capturó y le rompió el cuello, pero al verle las víceras, sentir su sangre caliente y la imposibilidad de desplumarla, sólo sintió repugnancia y no pudo comerla porque sentía que comía una rana. Tampoco podía utilizar la gaviota como carnada porque no tenía nada con qué pescar.
Tiró los restos de la gaviota y los peces se disputaron sus restos. Aquella era su sexta noche y por primera vez salía la luna que iluminaba el mar espectralmente. Esa noche, su compañero no lo visitó y cada vez que perdía la esperanza el reflejo de la luz le figuraba un barco que podía rescatarlo.
El sexto día no recordaba lo que había ocurrido, pues se sentía entre la vida y la muerte. Hizo un enorme esfuerzo para amarrarse a la balsa para no morir devorado por los tiburones. Sus mandíbulas le dolían por falta de uso y recordó que llevaba consigo las dos tarjetas del almacén en Mobile y optó por mascarlas, lo cual resultó un gran alivio. De pronto, volvió a ver las siete gaviotas y la esperanza resurgió.El deseo por seguir mascando lo hizo masticar inútilmente sus zapatos de caucho.
La séptima noche consiguió dormir y a veces se despertaba por el golpe de las olas, pero pronto reconciliaba el sueño.

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